La última cena

50-euros-billete

Lo miraba con ojos golosos queriendo perderme entre sus mofletes. Dormía profundamente, con la respiración acompasada y esa bonita sonrisa de ángel. Su menuda figura envuelta entre sábanas de superhéroes, me impedía apartar la mirada de su cama. Velar sus sueños, era casi una rutina enfermiza que me llevaba hasta su cuarto noche tras noche. Mis pupilas se convertían en audaces centinelas capaces de interceptar cualquier intento de pesadilla.

Esa noche me adentré, como tantas veces, en la intimidad de su cuarto y tras depositar un maternal beso en su frente, me dispuse a recoger su ropa sucia.

De camino al cesto de la colada revisé las prendas, quizás por prudencia, quizás por curiosidad. No esperaba encontrar aquel billete de cincuenta euros en el bolsillo del pantalón de chándal de Eric. Lo inspeccioné una y otra vez tratando de buscar su procedencia pero el papel moneda se negaba a darme explicaciones.

La mañana siguiente amaneció lluviosa e impaciente. Eric desayunaba rápido para no perder el autobús del colegio, yo terminaba de preparar su almuerzo mientras analizaba su comportamiento en busca de respuestas. Era inútil.

—¡Eric!, ¿De dónde has sacado esto? —pronuncié con cierto nerviosismo mientras blandía en el aire aquel inoportuno billete.

Palideció de pronto y su gesto se contrajo. Algo estaba pasando y yo lo desconocía, eso hizo que empezase a alterarme.

—¡Es un secreto! —me dijo, como si esa frase fuese suficiente para saciar mi curiosidad.

—¿Qué secreto?, ¿Quién te lo ha dado? —quise saber acercándome a él con la intención de extraerle la verdad por las malas si seguía esquivando mis preguntas.

Bajó la cabeza y enseguida supe que algo iba mal.

—Eric, cuéntamelo ahora mismo… por favor.—le rogué sentándome a su lado.

—¡Me lo ha dado D. Luís! —contestó por fin retándome a seguir con mi investigación.

Antes de que pudiese formular más cuestiones, empezó a cantar. Me confesó que su profesor les solía dar esos billetes a algunos niños a cambio de unas fotos en el vestuario. Sentí que me flaqueaban las piernas…

Con mi imprudencia al volante y cegada por la ira, esa mañana, lo llevé yo al colegio. Lo dejé en el patio y me fui directa al despacho de ese cabrón pederasta. Entré con arrojo y sin educación y, sin mediar más palabras que las de “¡¡hijo de puta, te voy a matar!!”, me abalancé sobre ese amasijo de huesos con gafas. Su mirada contrariada intentaba defenderse invocando presunciones de una inocencia que yo no me tragaba. Le pegué con todas mis fuerzas y él poco hizo por defenderse. Su endeble constitución se volvía más vulnerable con cada uno de mis golpes. Yo estaba fuera de mí y no podía parar de ensañarme contra ese miserable que, en algún momento, había dejado de negar su pecado. Le grité que llamaría a la policía, que jamás volvería a pisar un aula y que pagaría por todos sus abusos pudriéndose en la cárcel. Desde esa esquina donde lo tenía arrinconado, respondió a mis amenazas con una incrédula sonrisa de medio lado y balbuceando un “nadie creerá a un niño de ocho años” mientras de su nariz y de su boca brotaban sendos regueros de sangre. En ese momento me perdí, no pude pensar en otra cosa que no fuese cerrarle el pico para siempre. Cogí un abrecartas que asomaba del portalápices de la mesa y lo clavé en su blanquecino cuello. Intentó defenderse demasiado tarde. La herida era tan letal como profunda, aunque mucho menos dolorosa que la de mi corazón. Poco después yacía inerte en el suelo, sobre un enorme charco de glóbulos rojos. Alguien llamó a su puerta y al no obtener respuesta, entró. Los ojos del director del centro me miraron aterrados cuando ese dantesco espectáculo le golpeó en el estómago.

La celda estaba tan fría como mis manos; llevaba días encerrada esperando un indulto que jamás llegaría. La noche antes de mi ejecución, dos tipos de uniforme irrumpieron en mi soledad para lanzarme una propuesta que decidí declinar. En ese instante mi estómago estaba casi tan vacío como mi realidad, pero aceptar esa “Última Cena” era como reconocer mi culpa y aquel gusano merecía morir. Decidí enfrentarme a mi destino con hambre, con sed y con esa tristeza infinita que siente una madre cuando la separan de su único hijo. Sería una noche eterna, porque ya no esperaba nada más de la vida que mi propia muerte.

5 comentarios sobre “La última cena

  1. Hola Virginia. Lo siento. Soy yo, otra vez, el farero. Hoy no tenía intención de molestar, pero me he metido en tu blog y me ha encantado. Cuando escribes en libertad, sin un guión que cumplir como en el taller, eres diferente, revelas mucho más de ti. “Un nuevo día” es un texto precioso.

    Bueno, ya está, he dicho lo que tenía que decir y te dejo en paz.

    Un farero inoportuno.

    NOTA: Yo no tengo un blog. Para un farero sería desconcertante tenerlo.
    NOTA 2: ¿Ya se te ha ocurrido algo para la próxima escena? A mí no.

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    1. No molestas para nada farero, jaja. Para los pocos que entráis a leerme, es un orgullo (y satisfacción) que encima me dejéis comentarios (ya sea sobre mis textos o sobre qué habéis comido hoy…) Gracias por seguirme! 😉 (pero te advierto que estoy bastante vaga…. así que no esperes mucha actualización. Aunque bien es cierto que si desempeñas tu labor de muso como mandan los cánones, ¡seguro que se me ocurren cosillas!).
      P.D.: Discrepo contigo en la nota 1. No hay nada más apropiado para un farero que un blog ( o bitacora) donde dejar constancia de todas esas reflexiones mientras enciende las luces que iluminan el océano, vigila a los barcos que se aproximan, el estado de la mar, la disolución de un iceberg o cómo se aparean las ballenas jorobadas. Ufff, si decides escribir sobre las cosas que ves desde tu puesto de vigía en el faro, aquí tienes una fan!! (todo lo que coincida con la realidad es pura casualidad; no tengo ni la menor idea de qué hace un farero, jaja y eso que soy de costa)
      P.D.2: No, no se me ha ocurrido nada de nada. Es más, me parece superchunga, pero bueno aún hay tiempo…

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  2. me sigue pareciendo muy fuerte lo que le haces a la pobre protagonista.. jeje.
    oye, pasaba por aquí para dos cosas, que el texto ya lo comenté en el taller 🙂

    1. recomiéndame algunos de tus textos, que tienes un montón y si cojo algunos a azar seguro que me pierdo alguno bueno… ¿cuáles te han gustado más a ti mismamente? ¿de cuáles estás más satisfecha?

    2. ¿podrías hacerme un favor? pasa por mi relato «El vacío entre las estrellas» y mira a ver si estás de acuerdo con la opinión de SalyTierra… http://wp.me/p4cKq4-v

    3 (este lo pongo porque sí :P). no sé si habrás visto el blog «Letras de Sal y Tierra», pero tiene algunos textos muy buenos. me da la impresión de que a ti te gustarán especialmente. 😉

    4 (sí, otro más, porque yo lo valgo). Farero si lees esto que sepas que estoy de acuerdo en que el vigía de un faro es alguien que tiene que tener un montón de cosas que contar y tiempo para hacerlo mientras vigila el horizonte. Y que si te apetece pasa tú también por el cuento de mi blog a ver si es verdad que no me expliqué bien … y si te gusta pues mejor que mejor ^^

    un saludo, nos leemos!!!
    Sergio Mesa / Forvetor
    http://miesquinadelring.wordpress.com/

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  3. ¡Hola Sergio (alias Forvetor)!
    Pues sí que me pones en un apuro… me pides que elija entre mis «niños» a los mejores… hummm, como buena madre soy incapaz!! (porque todos me parecen feos, jajaja) No, en serio, si tengo que elegir por ejemplo te diría que te leas; (de los que he escrito fuera del taller ¿no?)
    * Kesintong Square Building.
    *Flores secas.
    *De fobias y hurones.
    *Dimisión.
    * y los tres relatos que componen «Reflexiones entre mechones» 😛
    No sé, por ponerte algún ejemplo de algunos que me parecen «aceptables» (soy muy crítica conmigo misma)
    Me paso por tu relato, of course! y ya te cuento…
    No conozco el blog «Letras de Sal y Tierra», le echaré un ojo (o dos) a ver qué se cuenta y cómo se lo cuenta.
    ¿Le hacemos un club de fans al Farero? jajaja (métele presión para que se anime a ser blogger)
    Pues lo dicho, gracias por tu interés en mi obra (maestra, ejem..) 😛 Nos seguimos leyendo…
    ¿Cómo vas con la escena de este mes?, yo ni he empezado a planteármela…

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    1. pues ya la tengo medio escrita… estoy intentando sacarle más punta, que por ahora me parece muy simplona, pero al menos me estoy divirtiendo, je. va a ser una historia de terror con el [+18] al final del título 😉

      luego empiezo a mirar los relatos, que seguro que no son tan malos como los pintas a los pobres xD. de mi esquina puedes echarle un vistazo también a «Baobhan Sith», que tiene nombre de malo malísimo de secuela de Star Wars, pero en realidad es una historia que creo que te gustará.

      una abrazo, nos leemos!

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