Horas de humo

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Me fumo la vida en blanco y negro y tus uñas atrapan la escasa compasión que habita en mi piel, el remanente de un pasado sin ganas que aluniza mi presente cuando baja la guardia por derrota. A veces intuyo lo que quiero, otras, en cambio, sólo atisbo bocetos borrosos que se pierden entre la maleza de mis sueños. Me gusta este sabor a caos entre los dientes, poder abrazar cada silencio como si fuese la entraña que vomitó esta humanidad que presume de lo que carece, a menudo, en presencia del peldaño más humilde de la inteligencia. Quiero ascender al techo de tus recuerdos para poder alicatarte las excusas que rezabas en señal de alarma y proteger mi huída hacia el infinito sin que inundes de tentación mis decisiones. Siempre supiste como hacer para que me saltase todos los semáforos en rojo.

Pero, hoy, llegaré tarde al funeral de tus espinas porque no encuentro cordura de mi talla en el cajón de abajo y el entusiasmo me viene grande. Me he perdido casi tantos como te celebro y te celebro tantos como te has ganado… ¡Resucítame las ganas de exhumarte!

Y me fumo el universo en prosa porque me he levantado menos poeta que ayer y eso cierra heridas pero aumenta la sensación de estupidez; esa que siento cuando trato de razonar las madrugadas entre tus líneas y mis dedos. Esos segundos de gloria donde clavaba mis tacones en cada nube de tu cielo y me sentía como un ángel primerizo.

Hoy me he parado a pensarte de más, en este rincón de almohada sin usar, donde los sueños muerden flojo y la sonrisa se queda huérfana de padre y madre. Lo sé, me faltan tus caricias para empezar a amanecer de forma correcta, me falta tu luz ahogándome los bostezos y la pereza, me faltan tus alas empujándome al vacío de la mañana, me falta tu maldita rutina empapada en mi aliento y me falta todo aquello que huele a segunda mano, a intento fallido y a todos los peros que pude cosecharte y que me obligan a echarte tanto de menos que mi desayuno ha dejado de llevar azúcar.

Eres el mundo del que no puedo bajarme y aunque me encanta incinerarte, esta vez, de la forma más sucia y más suave que sé…
¡¡¡Voy a fumarte!!!

I.

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Despertarme al ritmo de tus latidos,

planear la huída al centro de tu deseo

y beber…

Barnizarnos la mañana con sudor

y ahogarnos en las ganas,

sin paraguas, sin pudor,

con todo ese desvelo esparcido

que tiñe las sábanas de lluvia.

Y de pronto, yo…

Y de golpe, tú…