La extinción del gris ha pasado de ser intención a objetivo y no sólo me frenan tus recuerdos asomados al balcón de mis descuidos. Son, también, esas ganas mortales de peregrinar hacia tus vísceras lo que me deja con el aliento justo y la mandíbula más rota que de costumbre. Necesito sofocar esta rutina de incoherencias que me traslada a ser quien no soy por momentos fugaces y pillar desprevenida a tu conciencia para que puedas darte cuenta de lo mucho que te falto y lo poco que te apetece seguir así. Este tono a tristeza, que aterriza en todos los charcos de mis ojos, debe extinguirse de la forma más tonta que conozco pero no encuentro carcajadas en mi armario esta mañana y la sonrisa, a veces, no sabe cómo maquillar heridas abiertas, ni corazones huérfanos de caricias.
Apagaré cada lágrima contra tu ausencia y dejaré de darle caladas a tu memoria para que la vida se cure del tedio, de la monotonía que provocan tus lagunas, de la escasez de tus sombras proyectadas en un pecho que ya no será tu hogar. Hoy me falta tu acento arropando mi abstinencia.
He probado las prisas de tu boca y, ahora que caigo, lo jodido de tus besos era ese sabor a recuerdo que se me quedaba entre los dientes y la lengua nada más despertarme. En esos instantes paladeaba la derrota, el vacío envasado y la mala suerte de no padecer amnesia nada más despegar la mirada. Lo jodido de la pereza que me da espantar verdades que no combinan con mi presente, es esta angustia que empaña todas mis metáforas y cada uno de los espejos que reflejan mi cuerpo sin alma. Y luego está toda esa mierda de no creer en la vida más allá de la muerte de nuestro pasado, de nuestros verbos conjugados con la misma facilidad con la que me dijiste “no sueltes mi mano”, del tú y del yo pretendiendo sumarse lejos de cada mirada.
Así que voy a buscar eternidades en este presente vestido de furcia que me digan que estoy viva, que los locos seguimos teniendo temas y que la cordura es el traje hecho a medida para los cobardes que escatiman en sueños. Me voy a dar un baño de viento huracanado porque quiero dar cuerda a todas mis metas, a mis adolescencias sobrevenidas y pasarme de rosca cuando me aprieten las ganas de ti. Caminaré con la espalda erguida sabiendo que este racimo de ahoras es el nido de mi mañana y así construiré puertas donde ahora sólo se ven muros. Me aburre habitar el suelo todo el tiempo y morder asfalto cada hora que se me escurre entre las excusas que me invento para no sentirme viva. Por eso voy a hacerme zumo con cada minuto que planee sobre la rutina y seguir viviendo de la realidad disfrazada de cuento, porque prefiero vivir por exceso que por defecto, con la lengua seca y las pupilas dilatadas, cambiando de canal sin pensarlo dos veces, pintando intenciones con plumas de pájaro y errores con lecciones por memorizar porque lo peor que me puedo hacer es llegar con el vestido impoluto y sin rasgar. Quiero que la experiencia me arañe la piel, el amor me muerda la boca y el arte me grite en silencio cual es mi camino y quiero verte llover, por fuera o por dentro, para no dejar de aprender que el destino es lo que somos.