Había llegado mi hora; el turno de demostrar que podía agarrar todos mis nervios en un gran manojo y dejarlos reposar en un florero al lado de uno de mis ejemplares de “No sólo pájaros en mi cabeza”. Ese momento que llegó sin esperar, se precipitó veloz a través del calendario y cuando el reloj marcó la una y media del medio día de ese domingo, 3 de mayo de 2015, estaba dispuesta para desvirgarme con mi primer recital. Bueno, reconozco que me hice de rogar hasta las dos, así somos los artistas, jajaja.
El evento tenía lugar en el Monpassa, una pequeña librería café con mucho encanto que se encuentra en pleno barrio madrileño de las letras. Los chicos que lo organizan (Luís Cano y Óscar Sejas, dos grandes escritores junto con Mar Argüello, una fotógrafa no menos grande que ellos) se fijaron en mí a raíz de mi participación en «Urbanitas entre versos» y decidieron, empujados por motivos que todavía me sorprenden (es coña), invitarme a participar. A pelo, sin micro, de día… tenía todos los elementos para infartar pero logré controlar el desboque de mis ventrículos a base de diez minutos de mindfullness casero y un buen pelotazo previo de reserva. Soy una gran controladora de mis cavidades internas a base de disciplina y alcohol.
El anuncio de mi estreno llegaba en forma de cartel. Era la materialización de ese pacto verbal a través del que me comprometí y el reclamo para mi posible público. A pesar de ser el día de la madre y un fin de semana con festivo adherido en el que casi todos mis amigos se encontraban fuera de Madrid, pude medio llenar el local con gente que incluso conocí ese mismo día y algún espontáneo que pasaba por la calle que decidió entrar y quedarse hasta el final. Me hizo mucha ilusión ver mi nombre en ese fotomontaje tan bonito:
A pesar de que ha pasado casi un mes, todavía puedo saborear los instantes previos antes de subirme a esa tarima verde que hizo de escenario improvisado y recordar las expresiones de todas y cada una de esas personas que vinieron a darme calor con sus miradas. Es genial poder ver de frente la admiración de gente que te conoce de mucho, poco o nada y notar la satisfacción en sus rostros cuando te miran y esa complicidad que se crea entre todos cuando los versos fluyen de mi boca hasta posarse en sus oídos. Es ahí, cuando poeta y público conectan de ese modo tan sutil, donde se crea ese silencio mágico que hace de tu hobbie la mejor de las recompensas y no hay nada más satisfactorio que poder llegar a pellizcarle el corazón a alguien que se empieza a enamorar de tus versos.
A mi voz se sumaron, para alguno de mis poemas, los acordes de Antonio Cuenca. Un músico de gran talento y mejor persona, que apostó por mí para estrenar su proyecto de Urbanitas y gracias a él, mi poesía pudo llegar a más de mil personas (algo que nunca alcancé a soñar y que todavía me sigue emocionando) Sólo puedo dar las GRACIAS!!!
Empezamos con «Sonrisa de trapo», un poema dedicado a todas las madres (muy propio para este día) y en especial a la mía que es la que me ha inspirado cada palabra que lo compone y continuamos con otros dos: «Qué nos queda por ganar» (mi versión particular de una de las composiciones de P. Benavente) y «Echándole cuento a la vida» (una especie de despedida fallida para alguien que no pude arrancarme del corazón). Ha sido fantástico el momento móviles grabándome en el primer poema. Tras un pequeño sorbo a mi copa de Rioja, ya no importaba que toda esa gente me apuntase directamente a la cara con sus cámaras, es más, llegas a un punto de tal confianza y conexión que incluso agradeces despertar tanto interés.
Me dí un paseo largo deshojando mi libro pero también quise lanzar al aire poemas de mi nueva cosecha. «Apareciste, como si nada, entre los renglones de mi destino y te dejaste caer, vestido con ese acento que puso tildes a todas mis razones para seguir soñando eternidades con los ojos bien abiertos…» Este es uno de los poemas que mas gusta y no podía dejar de recitarlo. A todos les tengo cariño pero si es cierto que éste es uno de mis favoritos porque con él expreso, de forma concentrada, todo eso que se siente cuando alguien aparece en tu vida por casualidad y hace que pierdas los papeles y entonces empieza a encantarte vivir sin guión; cada día se convierte en una aventura con ese alguien con quien conectas de una forma tan brutal que parece que ha formado parte de tu mundo desde siempre y a partir de ahí, todo a tu alrededor pasa a secundario.
Terminé el recital con «Alegato» una composición que acababa de estrenar en este blog hacía un par de días. Se trata de un símil con unas alegaciones judiciales de un proceso cualquiera llevadas al terreno de los sentimientos. Me ha servido como punto de inflexión tanto escribirlo, como recitarlo. A veces es necesario pararse y pensar: «no voy bien por este camino» y aunque cueste a rabiar, hay que saber variar la trayectoria. “Todo lo que sueñes podrá ser usado en tu contra” me decían y aunque tengo que dar la razón a ciertas personas que quisieron cortar mis alas, no me arrepiendo de haber volado. Cada segundo rozando el cielo ha merecido la pena aunque mis ojos se hayan inundado más de una vez. Me empeñé en enviar mensajes en botellas que jamás llegaron a puerto y si lo hicieron, su salvavidas estaba con el agua tan hasta el cuello que no pudo corresponderme. Eres el fundamento 3 de mi sentencia de muerte y sé que lo sabes (y tal vez no tengas fuerzas de seguir leyéndome) pero… a pesar de todo, he logrado indultarme y hoy puedo decir que la sonrisa me la dibujan otras bocas. Tan sólo me quedan de tí los por qués pero ocupan tan poco que pronto dejarán de estorbarme.
No quiero extenderme más… Tan sólo pretendía dar unas pequeñas pinceladas de una de las mejores experiencias de mi vida. Al final de eso se trata, de ir coleccionando momentos para terminar con una maleta repleta de vivencias. Esa que te dibujará una mueca de añoranza feliz en los labios, cada vez que la abras cuando ya tengas más arrugas que vergüenza y menos ganas de exhibir los pocos dientes que conservas. Será entonces cuando te des cuenta de que hay que darle vida a los años y no años a la vida.
Hasta el próximo vermut! Chin, chin!!!