Los números de 2014

Los duendes de las estadísticas de WordPress.com prepararon un informe sobre el año 2014 de este blog.

Aquí hay un extracto:

Un teleférico de San Francisco puede contener 60 personas. Este blog fue visto por 2.600 veces en 2014. Si el blog fue un teleférico, se necesitarían alrededor de 43 viajes para llevar tantas personas.

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¿Qué cinco cosas te llevarías a una isla?

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“Hoy, en esta isla, ha ocurrido un milagro” —anuncia un finísimo y sexy hilo de voz femenino al otro lado de las ondas.
—¡¡¡Para islas estoy yo!!! —brama, para sí, Antonio atrapando con sus rollizos dedos la palanca de cambio. Pone tercera mientras comprueba por el rabillo del ojo, a través del retrovisor, que puede incorporarse al carril izquierdo sin entorpecer la circulación.

La locutora sigue narrando el hallazgo de un anciano con signos de deshidratación que llevaba, hasta la fecha, semanas desaparecido de su hogar. Por suerte, unos niños le habían encontrado en una cueva, desorientado y tembloroso y dieron la alarma a los servicios de emergencias que enseguida se hicieron cargo del asunto.
Antonio que se había levantado con el pie izquierdo tras haber discutido con la Agus la noche anterior, se centra en su cometido: el transporte de pasajeros por carretera y a la vez, invitado por el terciopelo de una voz que le tiene engatusado desde bien temprano, como cada día, se deja perder entre ensoñaciones más efímeras de lo que quisiera.
Se sorprende preguntándose a sí mismo, qué se llevaría a una isla desierta y si podría sobrevivir más de una semana en tan idílico paraíso sin su Agustina o si echaría de menos el arroz de los domingos de la “señora X”, como así denominaba a su suegra, una especie de tentativa de paella que nadaba en abundante caldo de pollo. Siempre pensó que Dios le premiaría, algún día, con algún tipo de súper poder por poner buena cara a un plato tan malo. Algo así como la facultad de poder verle las bragas a la Juani (vecina del quinto) a través de esos vaqueros que lleva y que parecen su segunda piel.

Como tres le parece un número pobre y escaso, se permite elaborar una lista mental de cinco objetos imprescindibles para su subsistencia en esa porción de tierra perdida en el océano.
Masculla en silencio las posibilidades, mientras va recogiendo y reponiendo gente en cada parada.
Lo primero de todo, piensa, me llevaría una radio con unas buenas pilas. No podría concebir un retiro espiritual sin la voz mística de Natalia, esa locutora de acento canario y caderas anchas, o al menos eso se imagina, que cada mañana le provoca sonrisas y en más de una ocasión, alguna que otra inevitable erección.
Lo segundo, un spray antimosquitos. Antonio es de piel sensible y las picaduras le producen unas ronchas tan grandes como el cráter de un volcán a punto de erupcionar.
En tercer lugar, duda entre su amigo Paco, al que considera un objeto porque forma parte de la decoración del bar al que suele ir y su nivel de inteligencia es el mismo que el de una mesa camilla, o uno de sus libros favoritos de los últimos tiempos: “Tengo ganas de morirme para ver qué cara pongo”. Lo echaría a suertes si se diese el caso.
En penúltimo puesto, piensa en la navaja que le dejó en herencia su tío abuelo Alfredo. Una suiza multiusos fabricada en Albacete, que le serviría para dar caza a los mapaches u otros bichos típicos de la zona. Con eso se haría unas buenas barbacoas.
Y por último y no menos importante, a la Flora, una muñeca hinchable que había adquirido de saldo estando soltero y a la que los años y el uso habían dejado un tanto flácida. La moza de látex le quitaría de un apuro en cuanto le diese un apretón de lujuria y sentimentalismo.
El fin del trayecto le recuerda que tiene cinco minutos antes de la siguiente ruta para echarse un cigarro y una meada rápida. Se baja del autobús con el ducados pendiendo de su labio inferior, como el badajo de una campana, se arrima a un muro, desliza la cremallera del pantalón y rebusca con ganas su pirulo tropical, como le llama cariñosamente la Agus. En ese momento, su teléfono móvil empieza a vibrar en su bolsillo.
—¿Si? —contesta con la mano libre.
—Prepara las maletas, ¡pototo! —le anuncia una voz chillona, familiar y sin rastro de terciopelo.
—Coño, ¡Agus! ¿Qué pasa? Estoy meando… —dice mientras se sacude su orgullo ibérico con dos movimientos secos.
—¡¡¡Nos ha tocado el viaje a Tenerife que sorteaba Rogelio, el charcutero!!! —brama henchida de felicidad y añade —Es para tres, mamá también se viene.
—¡¡Nos ha jodido mayo con las flores!! —exclama Antonio pensando en su lista de objetos. Ahora sólo le quedan tres por decidir y uno empieza a tenerlo muy claro, medita con esa sonrisa maléfica de yerno maltratado y vengativo.

Ese hueco por llenar

ORGASMOSomos vacío por rellenar, ese espacio tonto que a veces se queda entre interrogantes porque se ha puesto a la cola de lo que nos queda por hacer, aún sabiendo que somos prioridad. Y es extraño sentir cómo se corren los minutos sin haber acariciado cada segundo de tu cuerpo, que no es más que esa casilla de piel y huesos dónde quiero poner mi cruz para siempre y dejarme morir de amor.

Somos ese despiste que huele a recién lavado cada vez que olvidas que me quieres, que te quiero, que siempre hemos sido uno aún antes de habernos conocido y que te perdono porque sé que hay más pájaros en tu cabeza que nubes en mis días más grises.

Ahora noto cómo se acorta la distancia que surcaba mi sangre escapando de una rutina que nos hizo morir para resucitar, como si quisiese llegar la primera a una meta que cada día se vuelve más sencilla. Somos ese rincón oscuro dónde tus manos desnudas se pierden bajo mi camiseta y ese hueco que queda por llenar entre tu aliento y mis suspiros. Esta pequeña brecha que un día nos pareció abismo se ha ido llenando de sueños y risas y ahora… si nos asomamos al borde, ya podemos enfocar el otro lado para saltar.

Castillos de papel

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Construyo castillos de papel con palabras mojadas de una saliva que se me escapa entre los dientes cada vez que me regalas un “te quiero” a medio vestir de domingo.

Soy el sueño hecho promesa que no te da pereza deshojar y la razón por la que que has cambiado la orientación de tu brújula, si más motivo que el deseo de perderte entre mi pelo y por más jodido que te resulte tirar la piedra y no esconder la mano, sé que volverás a pecar por mí.

A tu altura

louboutin-zara--478x270Quiero estar a tu altura sin tener que ponerme de puntillas

para alcanzar el cielo con mis uñas y atreverme a arañar

de las nubes su parte mas gris, para devolver a tu rostro esa primavera

que te hace florecer y a mí reír.

Quiero estar a la altura de tus sueños, sin tener que ponerme tacones

para poder ver siempre el vaso medio lleno sin asomarme al borde

y besarte sin tener que levantar la voz ni agachar la cabeza.

Quiero poder reírme a la altura de mi felicidad, sin tener que

explicarle al mundo que no necesito ver para sentir, ni oler

para saborear, porque cada uno de tus pétalos es de un gusto

tan exquisito que sobran los argumentos y faltan los adjetivos.

Quiero poder llorar a la altura de mi tristeza, sin tener que

lamentarme más de la cuenta porque los números no son lo mío

y las letras me invitan a sonreír en un mundo en el que dejarse

vencer por las dudas es la peor de las derrotas y yo…

ya no tengo fuerzas para rendirme.