Al otro lado de mi almohada…

mujer-durmiendo-almohada

Cuenta esta vida que en algún lugar de tu cuerpo había una canción que me supe de memoria, que hablaba de ti y de mí y de cómo sería esa primera vez que se quedó goteando a ciegas en el tintero, cuenta que me rozaste cada estrofa con las yemas sedientas de piel de gallina y melena suelta y de esas ilusiones que vienen tan pronto como se van. Cuenta también que cada noche despertábamos a la vida retándola a desbordarse, hasta que una dulce melodía resbalaba de tu boca y me inundaba cada hueco. Supiste interpretar ese lenguaje de signos y provocación que me inventé para ti, porque sin saberlo usábamos las mismas partituras. Nunca tuve suficiente coraje para saber perder y menos cuando se trata de pulsos a tu sutil forma de decirme que me quieres con los ojos cerrados y tan adentro que ya no sé si me escuece o me hiere. De los dos, yo era la que más. Siempre. O eso pensaba, tal vez por error. El murmullo de tu aliento era ese viento que rozaba mis heridas y las curaba. Y queriendo o sin querer, aprendiste a desnudar mi alma empezando por los pies. Ni siquiera te hizo falta tocarme para entenderme, amor.

Cuenta esta vida que al otro lado de mi almohada yacían mis miedos jugando a perderte y que lo consiguiesen o no, siempre fue cuestión de lo mucho o poco que te provocase el vaivén de mis caderas, en esas desordenadas noches de treguas e insomnio. Jugamos al borde de la hoguera hasta morir de sed, cuando nuestros caminos todavía estaban a medio cruzar, pero no supimos controlar el fuego y ardimos tanto, que todavía siento que me quemas. Voy a esperarte al borde de cada lunes, amor, junto al quicio de tu sonrisa y mis sueños rotos, deseando que todavía te quede un pedacito de mí al que echar un poco de menos.

Quizá y sólo quizá, al otro lado de mi almohada, te des cuenta de que me sobran mil motivos para seguir queriendo beberte y vivirte, para partirme la cara contra mi pasado y olvidar que lo que fue nunca me supo ni la mitad de bien que el presente contigo. Y ahora, pequeño…

¿Cómo repongo este saldo de locuras pendientes?

¿Cómo te busco al otro lado de mi almohada si ya no estás?

¿Cómo le explico a mi mundo… que se ha quedado sin ti?

 

 

 

 

 

 

 

Deja un comentario